lunes, 9 de abril de 2012

CON MUCHO CUENTO - TERCERA ENTREGA


Voy a continuar recuperando textos que se publicaron en el Boletín Literario de Fresnedillas de la Oliva hace algunos años, aunque, como estamos viendo la actualidad, sobre todo en la corrupción y similares, es casi eterna.
  
CENA DE AMIGOS

 - ¡Que estúpido! – A Carmen le pareció que era lo menos que se merecía ese estirado vigilante que les había hecho esperar a la puerta de la lujosa urbanización, pese al frío de la noche y sin abrir la puerta de seguridad, mientras confirmaba los datos del chalé al que se dirigían – Coméntaselo a Carlos – susurró al oído de Andrés, su esposo, mientras levantaba el cuello de su imponente abrigo de pieles, con un gesto elegante y continuó - ¡Bien está lo de la seguridad!, pero no vendría nada mal que les obligaran a hacer un cursillo para reconocer a las  personas de bien. 

Mientras cruzaban los cuidados jardines de la urbanización, con piscina y canchas de tenis, por los caminos de pizarra iluminados por graciosas farolas decidieron, sin apenas otros comentarios, que ese pequeño incidente de la entrada no les estropearía la cena con Carlos, amigo durante años y socio en muchos negocios y su encantadora esposa Julia.

Les abrió la puerta el mismo Carlos con su pícara sonrisa - ¡Cuánto bueno por aquí!, ¿Qué tal habéis venido?... - La carretera estaba bastante bien – Contestó Andrés – Apenas hemos tardado quince minutos - Sí, la carretera... ¡y que no hemos bajado de los ciento ochenta! – Terció su esposa - Ya sabes que el “Jaguar” no sabe ir a menos – sentenció Andrés.

Rieron mientras la criada, una joven bastante agraciada y con rasgos exóticos que vestía un impecable uniforme, recogía con cuidado sus abrigos.

- ¡Cuélgalos en el vestidor, Corina!... – Se oyó decir a Julia que, elegantemente vestida, salía a recibirlos cariñosamente desde el interior de la vivienda. - ¡Vamos, pasad!... acabo de terminar de organizar la cena, ya sabéis que hay que estar encima de todos. Carmen, ¡que guapa estas!... Has debido perder mas de dos kilos desde que nos vimos hace un par de semanas; ven anda, que tengo que contarte un montón de cosas.

Las dos mujeres subieron hacia las habitaciones del primer piso dejando solos a sus maridos. Andrés las siguió con la mirada hasta que desaparecieron tras la puerta del dormitorio, luego se volvió hacia Carlos con un guiño cómplice y bajando la voz le preguntó -¿Qué tal con la chacha?

- ¿Con quién? – Contestó Carlos.
   
- ¡Con Corina hombre!, no te hagas de nuevas que ya sé que la has puesto sitio.
 
Carlos, mirando hacia la escalera devolvió el guiño a Andrés, con una sonrisa de suficiencia – No creas que ha sido fácil, me plantó cara hasta que la “sugerí” que podía verse en la calle, sin papeles... y con malos informes.

Rieron los dos, ya francamente, mientras se dirigían al lujoso salón.
- Ven, tomaremos un aperitivo...

En el vestidor, las dos mujeres tienen extendidos sobre la cama varios de los últimos modelos exclusivos de Dior que Julia ha adquirido en su último viaje a París, Carmen ríe, entre escandalizada y divertida. – Pero Julia... ¿De verdad?... ¿Con el guardaespaldas?... No me lo puedo creer, que aplomo tienes... y con tu marido en el hotel... ¡Que aplomo tienes, hija!...

- Ya tenía yo ganas de darme un homenaje con un hombretón – Contesta Julia – Y no es solo eso, para estos vestidos le he dado un mordisco de más de cien mil euros a la tarjeta.

- Vas a tener lío – Dijo Carmen, a lo que Julia contestó con seguridad...

- No me dirá ni pío, por la cuenta que le trae, yo también puedo hacer preguntas y el prefiere pagar a dar explicaciones. ¡Venga, vamos a cenar!, con esto del régimen siempre estoy con hambre.

La espléndida cena, con suculentas viandas, cocinadas con exquisito gusto, vinos de reserva adecuados a cada plato y servidos a su temperatura exacta y la conversación  distendida hicieron que los cuatro se sintieran alegres y cómodos. Estaban dando buena cuenta de los postres cuando Carlos, cambiando ligeramente el tono de voz comentó – Si te parece, Andrés, cuando terminemos dejamos a estas cotilleando y nosotros charlamos un rato en el despacho. Quiero comentarte un par de cosas y así nos quedamos libres para, luego, tomar una copa sin prisa.

- Pues vamos ya, si quieres – Respondió el aludido – He terminado. Ahora volvemos chicas, no habléis muy mal de nosotros...

Ya en el despacho, acomodados ambos en dos impresionantes butacas, Carlos fue al grano – Quería hablarte de dos asuntos, sobre todo de los invernaderos

- ¿Pasa algo? – Inquirió Andrés.

Con un gesto tranquilizador Carlos continuó – Nada importante, ya está resuelto todo, pero he tenido que hacer algunos cambios en la explotación de Murcia y quería que lo supieras.

Andrés puso la mano, cariñosamente, y le animó – Sabes que tienes mano libre para llevar ese asunto como te parezca, pero si te tranquiliza dime lo que quieras.

- La pasada semana – Continuó Carlos – Recibí un aviso de nuestro hombre en la Inspección de Trabajo en el que me indicaba el riesgo que corríamos si seguíamos teniendo tanta gente sin papeles en los invernaderos. Por otro lado Juan, el encargado de lo de Almería, me llamó para avisarme que con lo de El Egido, la nueva ley y lo que se estaba cociendo entre los magrebíes, habría movida en poco tiempo. Así que le dije que despidiera a todos, sin contratar a ninguno más, tal como está la cosecha podemos perder un par de semanas y que hiciera correr la voz, en la calle y en los sitios “oficiales”, de que si esto seguía así cerraríamos.
- En eso has hecho bien Carlitos, conviene que en la Inspección se ablanden un poco pensando que se les acaba la mordida – Apostilló Andrés.
     
- Después de eso – Continuó Carlos – Llamé a nuestro proveedor del otro lado de estrecho y le encargué que me enviara de ochenta a cien “morenos” de entre quince y veinte años, convenientemente “ablandaditos”, pero sin marcas físicas...

-  ¿No son demasiados hombres? – Preguntó Andrés.

- Siempre te adelantas – Cortó Carlos – No le pedí solo hombres, sino un grupo mixto porque, previamente, he llegado a un acuerdo con Martín, el de los puticlubs, para que se quede con las tías por diez mil euros la unidad, así los hombres nos salen prácticamente gratis, e incluso nos queda algo...

Andrés, que sonreía mientras hacía gestos de asentimiento inquirió - ¿Martín nos va a pagar como siempre?

No – Contesto Carlos –  La mitad nos la dará al contado y el resto en participaciones de la cadena de clubs. Se lo he aceptado porque en los próximos dos años va a poner en marcha unos veinte y va a ser un bombazo... Con decirte que esta dispuesto a comprar un envío de mercancía igual al que se va a quedar... ¡Cada semana! Y como siempre, tu y yo al cincuenta.

- Solo una sugerencia, Carlitos -  Andrés se había puesto repentinamente serio – Pon en medio a algún “pringao”, no quisiera acabar dando explicaciones en el Juzgado... Y otra cosa creo que debemos estar preparados para cuando la gente del pueblo esté tan apretada que decida trabajar con los precios que nos interesan y librarnos entonces de la “morralla”... ¡Es verdad que huelen mal!. Anda vamos a volver con esas que me están sonando los oídos.

Se reunieron con las damas continuando con una charla amable y amena acompañada de los mejores licores, tabaco y alguna exquisita golosina. Cerca ya de las cuatro, Carmen observó – Creo que debíamos irnos, o mañana voy a llegar al gimnasio con unas ojeras horribles.

Asintió Andrés - Sí vamos, que estos chicos querrán acostarse... 

 La despedida fue tan cariñosa como la recepción, Julia llamó a Corina que, con gesto algo cansado bajó los abrigos. Besos, gestos cariñosos y en los últimos momentos nuevas citas.

- El próximo día en nuestra casa, ya va siendo hora de que bajéis a la ciudad...

La vuelta al coche a través del maravilloso jardín fue muy agradable, el frío y el corto paseo despejaron un poco la pesadez causada por la bebida. Al pasar por la cancela de entrada Carmen, arropada por el armiño y apoyada indolentemente sobre el brazo de su marido, miro descaradamente al vigilante que, algo confuso, bajó la cabeza  y recordando el incidente de la llegada exclamó, con voz lo suficientemente alta como para ser oída desde el interior de la caseta  - ¡Ni que fuéramos delincuentes...!
   
                                                                                                                  Fresnedillas, Agosto 2002
 
Ilustración infográfica para "La cena" - Pablo García

Me pregunto… ¿Que es lo que hace que personajes como los de esta narración – De los que hay muchos y con historias infinitamente peores – Salgan a la calle tan satisfechos y contentos de si mismos?...


2 comentarios:

  1. La indecencia, la petulancia, la arrogancia... ¿más? Pues, sí. Pero como no quiero ponerme de mal humor, me paro aquí. Un relato con retrospectiva, que nos hace rememorar la compraventa de esclavos en pleno siglo XXI. Un abrazo, Pablo.

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  2. Una dura y cruel realidad, que, como dice Koncha, nos hace retroceder en el más ciego de los tiempos.

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